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Mercaderes del templo

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Mercaderes del templo... Jesucristo los expulsó del templo por su avaricia, los sacerdotes al llegar la celebración de la pascua judía, vendían animales y los cambistas el ciclo del templo. Había suciedad y mal olor, corrupción moral y espiritual. El dijo: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones, Isaías: 56:7; Pero ustedes han hecho de ella una cueva de ladrones. Jeremías: 7: 11

La casa del Señor debe ser un altar de oración continua, y de adoración genuina “en espíritu y verdad.”

Nuestro Señor Jesucristo se indignó tanto por la situación del templo que con un látigo saco el ganado, echo fuera los vendedores de palomas, volcó las mesas de los cambistas e hizo rodar sus monedas por el suelo. Así expuso y rechazo la manipulación de los sacerdotes inescrupulosos que se hacían ricos con la fe del pueblo.

Es fácil ser un simple “religioso” porque un verdadero discípulo nunca haría de la casa de Dios una “cueva de ladrones.” Los religiosos antiguos y modernos olvidan que no se puede amar a Dios y al dinero. 

Los peregrinos llegaban a  Jerusalén con la esperanza de encontrar alimento espiritual pero se marchaban igual de vacíos, víctimas de la explotación de sus dirigentes espirituales. La salvación de las almas no era el motivo del culto.

Mercaderes del templo... Los judíos que venían de otros lugares a la celebración de la pascua estaban obligados a comprar una moneda llamada "el siclo del santuario" que los cambistas puestos por el sacerdote vendían.

Los israelitas para ofrecer sacrificio de animales, no podían traerlos de sus casas pues los sacerdotes no los aceptaban y exigían comprarlos en el templo por un precio por encima del costo real. Todo giraba en torno al monopolio económico del sacerdote y su familia.

El lugar de oración lo habían convertido en cueva de ladrones, los sacerdotes perdieron su razón de ser, ya "no" eran más mediadores para ayudar al pueblo a volverse a Dios. Se habían convertido en astutos y hábiles negociantes. Hoy es igual, vemos una gran industria religiosa que vive de la fe del pueblo.

La gente manipulada, se siente objeto de explotación, y por tanto difícilmente pueden experimentar la gracia de Dios y el don gratuito de la salvación.  Los que están a cargo de una congregación son doblemente culpables  por robar su palabra para usarla como objeto de negocio y manipulación. 

Los ministros llenos de avaricia no respetan la iglesia como la novia del Cordero y la usan para sus motivos egoístas.
 Ven a los fieles como clientes de una supuesta franquicia religiosa de la cual creen tener derechos exclusivos. En medio de este ambiente la gente pierde el sentido de la presencia de Dios en su propia casa, de ahí la acusación del Señor: "vosotros la habéis hecho cueva de ladrones".